Todas las empresas, grandes o pequeñas, tienen que invertir. Ya sea un trabajador autónomo, un profesional independiente, una PYME, una cooperativa de bioingeniería o una gran multinacional de la electrónica, todas deben invertir para introducir mejoras.
Estas inversiones se traducen en mejor producto, más barato, o más duradero. En el futuro, en vez de producir para productos perecederos, se producirá para fabricar productos más resistentes, más reparables, y eso se lograra por medio de una mejora constante de los diseños y los sistemas de producción.
La competencia entre empresas seguirá funcionando, de manera que las empresas que mejoren para poner en el mercado productos con mayor valor social serán las que alcancen mayor éxito en las ventas y obtengan más margen.
Invertir quiere decir que una parte de los recursos no se destinan a lo que es necesario para producir los productos que se ponen en el mercado en el próximo ciclo de producción. Invertir quiere decir que una parte de los recursos se destinan a mejoras que repercutirán en muchos ciclos de producción.
Una parte de esas mejoras consisten en inversiones continuas que se pueden financiar con el margen de un ciclo. Por ejemplo, la formación para mejorar la cualificación del personal, la investigación, pequeñas mejoras sugeridas por el control de calidad, la optimización de los flujos de trabajo, la mejora de los circuitos de información, la mejora del mobiliario, son todas ellas mejoras constantes que tienen un hueco en el presupuesto anual de la empresa.
Sin embargo hay otras mejoras, como instalar un nuevo almacén, una nueva cadena de robots, o comprar una gran excavadora, que no se puede financiar dentro de los márgenes de un año.
Hace falta ahorrar muchos años para pagar esa inversión.
Se puede pensar que el problema tiene una solución fácil. Se puede pedir un crédito, de manera que el esfuerzo se pueda extender por el pago del crédito a lo largo de muchos años.
Pero hemos dicho que la banca del futuro tiene prohibido generar dinero de la nada y solo está autorizada a hacer de intermediario financiero de ahorros ya existentes. Así que volvemos al mismo punto.
En un sistema monetario donde las monedas representan productos y tienen una fecha de caducidad: ¿Qué quiere exactamente decir “ahorrar para el futuro”?
El dinero se puede guardar debajo de un colchón o una cuenta bancaria. Se le puede poner a dormir como la bella durmiente y despertarlo a la vida unos años después.
¿En un sistema monetario que representa bienes reales, es decir productos, que pasa con los productos y bienes que representa ese dinero?
¿Los metes en el túnel del tiempo para que desaparezcan del presente, donde se van a pudrir porque el dinero para comprarlos ha desaparecido, y vuelvan a aparecer en el futuro?
¿Y si no los mandas en el túnel del tiempo, de donde saldrán los bienes extras del futuro cuando aumentes de pronto la masa monetaria sacando el dinero de debajo del colchón?
En un sistema monetario donde la moneda representa bienes, es decir productos, la moneda no puede tener una vida independiente de los productos.
¿Cómo se soluciona el problema? Vamos a poner un ejemplo.
Lechuburgo es un pueblo dedicado a la producción de lechugas.
Emite una moneda, el “lechugo”, que equivale a media lechuga.
Todos los años, Lechuburgo emite el doble de billetes de “lechugo” que lechugas piensan recoger. O sea, que una lechuga cuesta 2 “lechugos”. Con esos billetes, Lechuburgo paga sus gastos corrientes durante el año.
Las lechugas de Lechuburgo tienen marca de origen, se venden muy bien, y nadie tiene reparos en aceptar el “lechugo” como medio de pago de otros servicios.
El lechugo es perecedero. Pasada una fecha, todas las lechugas estarán podridas, de manera que ellos declaran no sentirse obligados por el contrato monetario para quien les venga con esa moneda después de la fecha de caducidad.
Todo el pueblo de Lechuburgo está muy orgulloso de sus lechugas y un día el ayuntamiento lanza la propuesta de construir un monumento a la lechuga. El ayuntamiento publica un blog con los informes medioambientales, un estudio de la repercusión en el nombre de marca de origen “Lechuburgo, el impacto en turismo y otros. Tras un largo debate en las redes sociales, se hace una votación directa por Internet, y se aprueba por amplia mayoría.
Monumento a la lechuga
Sin embargo, el monumento significa una inversión enorme. Deberán ahorrar un 10% de sus ingresos cada año, durante 10 años, para pagar esa obra, para ellos faraónica.
¿Cómo hacen?
Si retiran de la circulación parte de “lechugos” para el ahorro, quiere decir que parte de las lechugas quedaran sin vender y se pudrirán.
Si emiten más “lechugos” que lechugas van a producir, la autoridad monetaria les sancionará. Emitir más moneda que producto se va a poner a la venta es delito de estafa.
El mayor gasto de la obra es la piedra marmórea que piensan usar. La piedra se extrae, se modela y se pule en un pueblo de la región que se llama Villa Petra. Los de Villa Petra son todos picapedreros.
Los de Villa Petra emiten una moneda, el “petro”, que equivale a un gran bloque de piedra de la mejor calidad.
Como todas las empresas están obligadas por ley, los de Villa Petra todos los años emiten un número igual de “pietros” al número de bloques de piedra que piensan extraer de la cantera, modelar y pulir y finalmente poner a la venta.
Sin embargo, como la gente no construye catedrales ni monumentos todos los años, pero cuando hacen uno, necesitan mucha cantidad, en realidad producen para un mercado multianual, produciendo un stock. Su mármol no se estropea por muchos años. Solo al cabo de muchos años, sino se trata, pilla un moho.
El “pietro” es por tanto una moneda que no caduca sino en el plazo que los expertos calculan que se estropea la piedra.
Las entregas de piedras de un determinado año se hacen con piedras producidas a lo largo de varios años, sin que importe cual, siempre que no les haya pillado el moho.
Igualmente, los “pietros” con que se pagan se han emitido a lo largo de varios años, siempre que no se haya alcanzado la fecha de caducidad, que es de muchos años.
La gente puede comprar “pietros” en el mercado cambiario y ahorrarlos hasta que tienen “pietros” suficientes para comprar las piedras de su obra monumental.
De esta forma, los de Lechuburgo destinan todos los años la cantidad de “lechugos” que pensaban ahorrar a adquirir en el mercado cambiario o directamente a Villa Petra una cantidad de “pietros”. Los de Villa Petra, que adoran la lechuga, están encantados con el negocio.
De esta manera, todas las cuentas cuadran, se venden todas las lechugas y se produce un ahorro sin inflar la masa monetaria.
Los productores de un producto no perecedero pueden consumir un producto perecedero, y los productores de un producto perecedero pueden acumular para un producto no perecedero, para una inversión.
Como todo sistema monetario de acumulación, el “pietro” tiene sus problemas.
Las piedras tienen un mercado normalmente estable. Pero si un año se dispara la fiebre constructora y se produce una gran demanda de piedra:
- La demanda se puede atender pero a costa de agotar el stock.
- En el mercado cambiario los “petros” subirán.
- Los de Villa Petra pueden aumentar la producción solo hasta cierto punto, con lo cual habrá escasez de piedra unos años.
- Aumentar la producción significa aumentar la masa monetaria de “pietros”. La abundancia de “pietros” tiende a hacerlos bajar en el mercado cambiario. Su valor es escaso, hay muchos “pietros” para poca piedra que comprar hasta que se restituya el stock.
Es decir, que un cambio brusco en la demanda se traduce en una serie de oscilaciones en el valor del “pietro” como moneda. Esto no es muy deseable para una moneda usada como ahorro. Los ahorradores están que no les llega el cuerpo a la camisa con estos cambios.
La buena nueva es que, aunque de forma retardada, pues la producción no se puede cambiar de la noche a la mañana, la moneda de ahorro tiene un mecanismo de autoajuste para volver a su precio estable.
Esa gran demanda de ese año nos indica que el promedio a largo plazo está más arriba de lo que venía siendo, la producción hay que ajustarla hacia arriba, de manera que haya un mayor stock y una masa monetaria de “pietros” mayor.
Una vez reajustados, el precio de la piedra vuelve ser el mismo. No hay inflación.
Este ajuste no se puede hacer con una moneda de ahorro cuya masa monetaria sea fija.
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